Hemos tardado unos días en dar referencia de la revista “Mundo Yate” por esperar a asimilar el cambio sufrido en su presentación. En efecto, su anterior nombre “Yatching World” (que dividía a sus lectores y vendedores entre los que pronunciaban “Yachin uol” y los que decían “Yatin uol”) debía ser algo complicado para su popularización y aumento de ventas y finalmente lo han sustituido por su traducción al castellano “Mundo Yate”. Hasta ahí todo previsible y lógico. Sin embargo, cuando en su número 75 del pasado mes de Octubre se presentaba con las dos portadas de cartulina, la antigua y la nueva, una sobre otra, de forma que arrancando la que se quisiera se podía conservar bien el último ejemplar de “Yatching…” o el primero de “Mundo Yate”, el cambio prometía no afectar al diseño de la presentación ni del título. De modo que la transformación era mínima. Sin embargo cuando este mes nos hemos dirigido al kiosco para pedirla ya con el nombre castellano, nos ha sido muy difícil reconocerla.
No solo ha sido el nombre, sino todo el diseño de portada, más clásico y elegante, pero sin aquel dinamismo de actualidad de la antigua fotografía a sangre con las letras de los avances picadas sobre la misma. Y encima, al abrirla nos ha parecido estar accediendo más bien al “Grandes Esloras”: una extensa información sobre megayates que nos ha convertido la lectura en algo ajeno, más apropiado para un inversionista alemán de Puerto Portals que para un simple apasionado a esa espuma de mar que levanta la proa de un velero en empopada. Será que puestos a soñar, han decidido que mejor subirnos a la parra de las esloras de más de 50 metros que quedarnos en un “simple” copamérica. Vamos, que por qué soñar con Amaia Salamanca cuando se puede soñar con Nicole Kidman.
Así, entre el reportaje sobre el barco de Eric Clapton, algunos modelitos como el Sunseeker Predator 92 sport, el Naveta 33 o el Perini Salute –lujazos para magnates- pasan casi desapercibidos los dedicados a diversas competiciones, sin tanta profusión como antes, o al Salón Náutico de Barcelona o a la Volvo Ocean Race (eso sí, magnífica y detallada explicación de ésta). Porque los reportajes sobre el centenario del Club Náutico de Canarias, la regata de barcos de época y las travesías por Escocia y Galicia escoran la edición hacia esa sensación de revista para afortunados, donde tan bien encajan los complementos de vinos y relojes que para colmo la adornan. No sé, ellos habrán hecho sus estudios de mercado. Será que en estos tiempos de crisis, para salvarse de ella, se han dado cuenta, tal y como dice su editorial, que “los superyates no entienden de crisis”.
No solo ha sido el nombre, sino todo el diseño de portada, más clásico y elegante, pero sin aquel dinamismo de actualidad de la antigua fotografía a sangre con las letras de los avances picadas sobre la misma. Y encima, al abrirla nos ha parecido estar accediendo más bien al “Grandes Esloras”: una extensa información sobre megayates que nos ha convertido la lectura en algo ajeno, más apropiado para un inversionista alemán de Puerto Portals que para un simple apasionado a esa espuma de mar que levanta la proa de un velero en empopada. Será que puestos a soñar, han decidido que mejor subirnos a la parra de las esloras de más de 50 metros que quedarnos en un “simple” copamérica. Vamos, que por qué soñar con Amaia Salamanca cuando se puede soñar con Nicole Kidman.
Así, entre el reportaje sobre el barco de Eric Clapton, algunos modelitos como el Sunseeker Predator 92 sport, el Naveta 33 o el Perini Salute –lujazos para magnates- pasan casi desapercibidos los dedicados a diversas competiciones, sin tanta profusión como antes, o al Salón Náutico de Barcelona o a la Volvo Ocean Race (eso sí, magnífica y detallada explicación de ésta). Porque los reportajes sobre el centenario del Club Náutico de Canarias, la regata de barcos de época y las travesías por Escocia y Galicia escoran la edición hacia esa sensación de revista para afortunados, donde tan bien encajan los complementos de vinos y relojes que para colmo la adornan. No sé, ellos habrán hecho sus estudios de mercado. Será que en estos tiempos de crisis, para salvarse de ella, se han dado cuenta, tal y como dice su editorial, que “los superyates no entienden de crisis”.
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